16 de septiembre de 2008

Cómplices


Cómplices.
Arboles y aroma..humedad teñida de verde, paisaje campirano al cien por ciento.Las casitas en la loma del cerro…el perfume matutino es la mezcla de la frecura de los árboles , la leña de los fogones y el inconfundible aroma a café de olla con canela, néctar divino que abriga a los más pobres en estos días fríos de las montañas.
La tierra húmeda del rocio provocado por las frías noches de invierno, tierra colorada que da su nombre al pueblo, tierra que se convierte en lodo y se unta en pies , zapatos, piernas y ropa y va dejando la huella de su paso sobre ti.
La casita alterna , la casa principal es de material como dicen a las casas contruidas a lo actual, la alterna es de vigas de madera una tras otra formando paredes y el techo de palmas..fogon al centro comal, trastos de barro; huele a sencillez a tibieza y a un poco de dolor y abandono.
En la vereda que hace de calle pasan los niños corriendo, las mujeres caminan con sus afanes y quizá alguna pobreza de vestido y una sonrisa limpia y serena aunque sus pasos vuelen.
Don Juan se levanta, son las 5 am, los ruidos de la calle lo despiertan del todo pues su cuerpo acostumbrado a ese ritmo se levanta antes que su conciencia…se viste con dificultad, las reumas y el clavo que el accidente aquel le hundio en la cadera son parte de su calvario cotidiano…camina lentamente a la casita alterna va a aponer el café, a dar su cuota cotidiana a ese aroma de la montaña húmeda que tantos sueños citadinos mueve.
Da pena verle solo, maltrecho con las arrugas y el gesto duro de la vida ignorante e ignorada de un pasado que le dejo solo por causa de su carácter y el machismo que permeo su vida y agredió a los suyos hasta que se fueron todos… ahora es solo un anciano solitario enfermo triste sin glorias presentes con memorias doloridas, y el quizá. Solo.
En la casita de material casi de enfrente, una anciana agoniza día a día mientras su hija va y viene apresurada buscando el sutento entre la ropa sucia de los vecinos, el arrear de animales y tal vez algún encuentro furtivo entre los magueyes donde entrega la savia de su cansado y débil cuerpo a alguno que, por urgencia o soledad pague el bajo precio del encuentro.
No es su cuerpo ni su hambre , ni siquiera la enfermedad de su madre quien la asusta y la fustiga dia a dia, es la enfermedad de su hijo , que la agobia, esa pubertad que aflora en su cuerpo pero no cuaja en una mente que nació atrofiada, es la irritabilidad que lo aprisiona y lo hace burla de la gente del pueblo y lo avienta a una soledad huraña y maldiciente….solo , enojado, triste incoherente.
Jaime camina la vereda, abre esa puerta que se cae de vieja y carcomida de humedad, entra a la casita alterna, mira a don Juan y al fin sonrie….don Juan le devuelve la sonrisa, el aroma del café inunda la habitacion y los abriga, en esa soledad donde tras todas sus lágrimas,por distintos motivos pero lagrimas al fin, se funden en una sonrisa, que se endulza y se entibia en una gran taza de café.
Compañeros de pena, complices en ese sencillo placer, unidos por penas y soledades tan distintas…
de Quetzalli (la estrella del amanecer)

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